miércoles, 29 de abril de 2015

TOS

Una tos seca, que no sabía de dónde le había venido, y que se le metió en la garganta insistente, terca, aguda, apremiante.
Y leyó por ahí que podría ser que quisiera ladrarle al mundo, algo que la contrariaba y quería expectorar... Porque no parecía haber otra razón para esa tos: no cuerpos extraños, no alergias conocidas, no catarros ni gripes, no placas en la garganta. Sólo eso: la tos.
Un virus malo se le había metido a la abuela en los pulmones. Se había muerto hacía muy poco, y habían estado en el hospital con ella. Buena parte de la familia parecía que se había contagiado con aquel bicho resistente a los antibióticos... 
A ella no le parecía que fuese un virus lo que le daba la tos, porque las infecciones suelen cursar con fiebre... y ella no tenía... ni pitido en el pecho, ni mucosidad... Sólo esa tos, sobre todo por la noche, que no la dejaba dormir ni a ella ni a su marido.
Era la abuela de él, la bisabuela de los niños. Una historia que contar. Una historia más que contar de las muchas con las que se había topado. Una historia de una mujer que estuvo ingresada largos años en un hospital por culpa de la tuberculosis. Unos hijos pequeños criados por una abuela supermatriarca, madre de muchos hijos, y con capacidad para dar un cariño a unos niños abandonados por su madre por necesidad. Y por aquel entonces no había sanidad pública, no había medicamentos. Fue una privilegiada porque hubo quien trajo medicinas de estraperlo para tratar aquella infección, desde Portugal. El abuelo trabajó mucho, era picapedrero, en el muro de la Iglesia, para ganar el precioso dinero.
Así que la abuela, la tatarabuela de los niños, se convirtió en una heroína de la familia. Primero porque su hijo, el abuelo, hacía lo que ella indicaba con infinito respeto, empezando por el matrimonio con la abuela, y segundo, por ocuparse de su familia, tan grande, con tanta dedicación y trabajo y esfuerzo y responsabilidad.
Y ya eran dos regalos: un matrimonio (con una mujer embarazada ¡en aquellos tiempos!), y los medicamentos para su tuberculosis: la salud. Dos 'regalos' demasiado valiosos para agradecerlos en una vida ¿verdad?
Seguramente nunca llegó a completar el agradecimiento. No habría podido.
A sus hijos les debía el cariño que no pudo darles en ausencia, y que, a su vuelta, no supo gestionar ni compensar. A su marido... el sacrificio de una vida juntos. Y el roce hace el cariño....
Una niñez muy dura tuvo la bisabuela: su madre que se muere cuando sólo era una bebé. Una madrastra que la rechaza. Un abandono al fin.
Y cuántas lágrimas.
Siempre llorando la bisabuela, siempre descontenta y triste.
"¿Ya estás llorando otra vez? Venga mujer, no llores, que no es para llorar."
Incomprensión al conocerla. Pero luego, cuando supo de su vida, se dió cuenta de que la bisabuela era un tanque gigante lleno de agua salada, un mar de lágrimas incontenibles.
Y habría tosido mucho la bisa. Tenía sus pulmones llenos de cicatrices de la tuberculosis. Quizá la había poseído.
Ahora tenía que ir a la casa a ayudar a limpiar, a vaciar sus armarios, a revolver sus cosas. Y a ella le gustaba controlarlo todo en vida.
Y bastante tenía con su propia casa, la del BBVA, que no daba limpiado, para tener ahora que limpiar una ajena.
Pero no era ajena. Era la casa de los bisabuelos, donde su marido se había criado, 'abandonado' también, porque los bisabuelos podrían cuidarlo mejor que sus padres........
Incomprensión.
Mucha incomprensión.
O quizá era alguno de los compañeros de aquel hospital de tuberculosos, que la había poseído con aquella tos estúpida, terca, insistente y persistente ¿Por qué sólo había medicamentos para ella?
La vida es dura sólo para algunos. Y la muerte acaba llegando, siempre demasiado pronto.

Y quizá después de limpiar la casa de los bisabuelos dejase de toser.
"Las escaleras" le había dicho en sus últimos días "Hay que limpiar aquellas escaleras"

domingo, 26 de abril de 2015

Sólo era una niña...

Sólo era una niña.
Su madre le había enseñado a desconfiar, sobre todo de los desconocidos, pero, no hacían casi vida social, así que desconocidos eran casi todos.
Mamá trabajaba y trabajaba y trabajaba, esa fue su religión, toda su vida: trabajo. Ser una vaga era el mayor pecado para mamá. Ella, que era la pequeña, con unos hermanos muy mayores, se llevó el mayor trozo de pastel de mimos. Unos mimos complicados de una madre cansada, ocupada siempre, con el taller, con la finca, con la casa, la comida, las compras, los animales, los hijos.... Pero también la mimaron sus hermanos mayores, sobre todo su hermana.
Jugaba con las vecinas, casi todas niñas, hermanas, en una familia que no usaba métodos anticonceptivos porque eran pecado... y bueno, el papá estaba muy poco en casa, camionero de profesión, se pasaba meses enteros fuera, y cuando volvía ¡bingo! la mamá embarazada de nuevo. Una vez se colaron en la habitación matrimonial cuando ellos no estaban, porque querían enseñarle un libro 'especial' de sus padres. Allí estaba desnuda una pareja, enseñando cómo hacer niños... Escucharon ruido en las escaleras y salieron escopeteadas de allí, riendo nerviosamente. No le pareció extraño en aquel momento que aquellos padres tuviesen aquel libro, pero con el tiempo... sí que le le pareció divertida la cuestión, al fin, parecía que sí que sabían muy bien como hacer niños. Después se dio cuenta de que en realidad era una perversión que la mamá le concedía al papá, que se la había colado con el didáctico pretexto de practicar 'un buen sexo'. Y se preguntó, también, qué otras concesiones le habría otorgado la mamá hasta decir ¡Basta! ¡No puedo tener más hijos!
Ya más adelante se habían convertido en Testigos de Jehová. Aunque el papá siguió siendo camionero.......  que pasaba cada vez menos por su casa y también menos tiempo. A veces según llegaba se marchaba de nuevo, en su camión, malhumorado, acelerando de golpe. Así fue que una vez atropelló a su perrito. Le abrió una pata longitudinalmente, pero ni siquiera paró...  Y su madre y su hermano llamaron al veterinario que vino y lo cosió en vivo, allí mismo, en el taller, sin anestesia, que debía ser más caro... Y ya bastante era que no lo dejaban morir. Pobre animal.
Su mamá ya no podía tener hijos, sobre todo, porque no había un papá. Papá había muerto. Y mamá ya era mayor, no tardaría en ser abuela de hecho. Las abuelas no podían tener hijos ¿no? Bueno, tampoco se lo había planteado nunca. Las cosas sólo pasaban, ella no tenía la cabeza para pensar en todas esas cuestiones tan complicadas de los adultos. Hacía bien poco que había descubierto que todos los niños tenían pito y las niñas no. Con cierto talento para el liderazgo en aquella pequeña vecindad (al fin ella era la única que no era de la familia, era distinta... ), reunió a varios de los hermanos en el baño del taller, y quiso hacer el experimento, a ver qué tenían todas y todos entre las piernas. En un corrillo, ella fue la primera en levantarse el vestido y bajarse las bragas, "Así soy yo, a ver qué tenéis vosotros...". Al principio alguna se resistía avergonzada, pero el pequeño, Albertito, se bajó el pantalón y el calzoncillo totalmente desinhibido y sonriente, mientras movía la cintura y la cadera haciendo bailar su pequeña pirolilla al aire "¿Veis? nosotras somos niñas, y él es el único niño. Seguro que todos los niños tienen pito". Entonces el hermano mayor había golpeado la puerta bloqueada gritando "¿Qué hacéis ahí?", y se habían sobresaltado, riendo otra vez nerviosamente se habían recompuesto el vestuario y salido de allí con cara pícara... "Nada, qué íbamos a hacer..."

Y un mal día ocurrió. Ocurrió más de un día de hecho, pero aquel fue el peor de todos. Supo, con el tiempo, que todas las mujeres habían pasado por alguna situación parecida en sus vidas. Una situación de abuso. Los más inocentes eran los exhibicionistas. Al principio le daban miedo, luego le dieron pena, sin dejar de tener algo de miedo porque sabía que no debía toparse con uno de esos en un lugar demasiado aislado. "Los hombres son peligrosos, has de desconfiar de los hombres" aprendió por aquel entonces. Incluso a los amigos había que vigilarlos. Tener cuidado. "Si no tienes cuidado, la culpa será tuya..."
Era el abuelo de las niñas. Los abuelos vivían en el vecindario también. Tenían animales, vacas y cerdos, cuadras que atender.
Jugaban al escondite, y el abuelo estaba en la cuadra oscura, llena de estiércol, con la "galleta"  dando la vuelta a aquella olorosa cama de vacas, colocando más hierba seca...  Colgaba el cigarrillo de su boca. Y le pareció el escondite perfecto, ahí nunca la encontrarían... "¿Me puedo esconder aquí?" le preguntó al conocido abuelo de las niñas...
"Pasa."
Según entraba sospechó que se estaba equivocando... que no debía... pero... cómo explicar que no, que ya no quería entrar. Por qué no iba a entrar...
"¿Dónde me puedo poner?" preguntó ya menos atrevida, intentando espantar la desconfianza.
Era de pocas palabras el hombre aquel. Señaló a una esquina, y se puso a mear no lo bastante lejos de ella. Supo en aquel instante que aquello iba mal, pero fue tarde, no supo reaccionar. Una mezcla de miedo vergüenza y culpa se apoderó de ella.
El hombre se dio la vuelta y exhibió sus genitales a la niña.
"¿Me puedo ir?"
"Antes dame un biquiño aquí"
Negó con la cabeza, pero el insistió algo contrariado...
"Un biquiño e xa marchas..."
No quiso que se enfadara, y pensó que no era algo tan importante. Arrimaría sus labios un segundo y podría irse, todo habría acabado...
Pero después quiso otro....
Y entonces las voces de las nietas sonaron afuera y ella aprovechó para salir corriendo mientras él se abrochaba aquel pantalón maloliente.
Se fue corriendo a casa avergonzada y asustada ante la sorprendida mirada de sus amigas.
Se lo pensó un poco antes de contárselo a su madre, porque no estaba segura de cómo reaccionaría. A su madre no le gustaba que se metiese en casa de nadie, como tampoco le gustaban las visitas en la suya. Se lo explicó aun así, porque tuvo miedo de que le llegara de otro modo, y porque no sabía qué habría que hacer. Por un lado le atemorizaba lo que podría pasar, por otro deseaba que aquel hombre tuviese algún castigo. Pero también, quería olvidarse de todo, hacer como si nada hubiese pasado, y aprender.... no volver a verse en la misma situación nunca más, ahora sabía que aquel hombre era peligroso, aunque fuese conocido.
No pasó nada. No fueron a hablar con él siquiera. Su hermano mayor, joven pero ocupando un poco el rol de 'padre', le recriminó que fuese a meterse allí.... que cómo se le ocurría... Ella sentía vergüenza de que su madre se lo hubiese contado a su hermano, pero entendía que quizá había sido para hacer algo más, al menos recriminar al hombre su comportamiento.... Pero nada de eso ocurrió.
Sólo era una niña... Su madre una pobre viuda... Su hermano muy joven y poco sensible a aquella problemática.
Ahora era una adulta, y se daba cuenta de que no estaba especialmente traumatizada por aquel suceso. Aquel hombre era un pobre hombre, que abusó de una niña, sí, pero que probablemente no era consciente de estar haciendo algo muy malo. Una ignorante y absurda existencia. Lo veía venir dando tumbos de la taberna muchas noches por el camino.  Se preguntaba alguna vez si habría abusado de alguna de sus nietas.... Y sería posible, al fin, nunca se le acercaban mucho y su mujer parecía siempre enfadada con él.
Sin embargo, había una rabia contenida, que tenía que ver con la reacción de su propia familia. Sabía que la querían, ya que siempre se sintió amada, pero ¿¡cómo era posible que aquel hombre quedase impune y se fuera de rositas después de hacer aquello!? 
Muy dentro de su corazón, creció sintiéndose sucia, culpable.... y desconfiada. Y tardó mucho en darse cuenta de que no era sucia, no tenía culpa alguna y no debía desconfiar de todos los hombres por sistema. Y de que sí que hubo un desamparo por parte de quien debía amparar.... por las razones que fuesen... Que siempre las hay.

viernes, 24 de abril de 2015

Revuelto. Con v.

Papeles, libros, ropa... se amontonan por las esquinas, tirando hacia el suelo... también tablets, miniconsolas, miniordenadores, cargadores, cables, y juguetes, cientos de juguetes y trozos de juguetes que se van desparramando sin tregua... como si de verdad tomasen vida cuando no estamos ¡pues que se ordenen! ¡organización! 
Y los gritos, las demandas, las risas, los lloros, los trasteos... también se amontonan, y rebotan en las paredes y van socavando mi cabeza. Cavar es con v.
Y vuelve, las dos con v. Vuelve a posarse en el tronquito del jardín el mirlo. Es un macho, porque es más oscuro e intenso, y tiene el pico más amarillo, y esos ojos, saltones,  resaltados de amarillo también. Justo delante de la ventana, mirándome.  Y el otro día estaba también en la entrada, muchos metros más adelante, mirándome de nuevo cuando salía a trabajar. Y sería otro. O sería él... que me sigue, me vigila. Qué tontería. Por qué iba un mirlo a seguirme, a mirarme, a despedirse, a arrimarse a mi. 
Le hago fotos. Me di cuenta hace más de una semana. Siempre tiene el plumaje un poco descolocado... como si viniese de una buena juerga. Buena. Con b.

¿Qué le pasa a esa, mami?
Está protestando
¿Y por qué la detienen?
Porque no les gusta cómo protesta.

Está media desnuda, y lleva algo pintado sobre su piel. Se resiste, y es reducida en el suelo, rodilla sobre su cabeza rubia teñida... o quizá natural. Yo qué sé.

Si le dejas hacer eso manda él.
No, no manda, decide.
O sea, manda.
No, decide.
O sea, que manda.
No, no manda.... Decide.

Pero sí que manda. Decidir es mandar. Decidir es tener el poder de elegir, mandar sobre el camino a escoger. Hará el cuadernillo porque quiere jugar luego, o quiere ver otro episodio de su ídolo youtuber en acción.
Es una trampa. Acabamos haciendo trampa. Eres una tramposa mamá. Sí. Pero esta tramposa te adora, te quiere, mucho, y quiere hacerlo bien, quiere ser una buena mamá.

También hacen trampa con nosotros, pensamos que elegimos, pero entramos en su juego, y mandan ellos. Mandan ellos porque así lo elegimos nosotros. Nos educaron bien en la esclavitud. Con v.



domingo, 12 de abril de 2015

COMUNISMO

Sobre una realidad oxidada, con falta de brillo... erosionada y corrupta... el comunismo, y su rosa idealismo...se sale, se derrama, hasta desdibujarse y desvirtuarse.... Pero todavía se distingue... cortante y contudente, la hoz y el martillo, para cortar y golpear... y será eso... que confundieron los símbolos... y dieron miedo... siempre... Pero son para trabajar, no para atacar... in tal caso, defenderse... con trabajo y sudor... Pobres trabajadores. Pobres pobres pobres...



Sin embargo el óxido es el acabado perfecto para algunos... ese rojizo y granulado acabado que tan de moda está... Decadente belleza... Controlada decadencia. Interesante...